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Un día dije: “No me gustan las escenas solares” y es verdad. No me gustan. Al sol no se le puede mirar de frente. Frunce el ceño su mirada. Y en un ceño fruncido no hay signo de ternura. Uno sólo puede mirar al sol tras un cristal ahumado y aún así, dañará los ojos, quemará la vista y ¿quién recogerá esas cenizas?.
Sólo puedes mirar al sol con los ojos cerrados y todavía así verás un rojo doliente, un carmín que hierve. Un caudal sanguíneo. No… no es de fiar, el sol. Y nos da la vida…. A nosotros. A ellos… ¿No será que todo se resumen en ese elemento de fuego, no será que todo lo que duele, arde también nos da vida?
No me gustan las escenas solares... Y la gente entrega sus cuerpos desnudos a un sol que los abrasará desde lo más alto. Y se verá el asfalto supurar calor, como un humo incolor que nubla mi ojos y ondula el paisaje que miro invitándome a un sueño equívoco. Insolamos la vida, la savia y no es efímera esta consuecuencia. El sol en su esplendor del día apaga las ciudades y todo duerme o muere en esas horas.
No me gustan no, no puedo confiar en algo que me alumbra, me hace nacer y de lo que, continuamente, tengo que protegerme.
Vivimos en la contradicción. Vivimos al sol. En el mejor de los casos:
Un día dije: “No me gustan las escenas solares” y es verdad. No me gustan. Al sol no se le puede mirar de frente. Frunce el ceño su mirada. Y en un ceño fruncido no hay signo de ternura. Uno sólo puede mirar al sol tras un cristal ahumado y aún así, dañará los ojos, quemará la vista y ¿quién recogerá esas cenizas?.
Sólo puedes mirar al sol con los ojos cerrados y todavía así verás un rojo doliente, un carmín que hierve. Un caudal sanguíneo. No… no es de fiar, el sol. Y nos da la vida…. A nosotros. A ellos… ¿No será que todo se resumen en ese elemento de fuego, no será que todo lo que duele, arde también nos da vida?
No me gustan las escenas solares... Y la gente entrega sus cuerpos desnudos a un sol que los abrasará desde lo más alto. Y se verá el asfalto supurar calor, como un humo incolor que nubla mi ojos y ondula el paisaje que miro invitándome a un sueño equívoco. Insolamos la vida, la savia y no es efímera esta consuecuencia. El sol en su esplendor del día apaga las ciudades y todo duerme o muere en esas horas.
No me gustan no, no puedo confiar en algo que me alumbra, me hace nacer y de lo que, continuamente, tengo que protegerme.
Vivimos en la contradicción. Vivimos al sol. En el mejor de los casos:
entre sol y sombra.
6 comentarios:
Interesante! Me deja pensando!
Volveré.
valio la pena dejarme tanto tiempo con la itnriga, muy interesante...
Intersante reflexión.La clave está en la pregunta que planteas al final del primer párrafo, y en la contradicción que es nuestra vida.
¿Qué hay de las escenas árticas?
Tienes razon, el sol directo esta muy alejado de la ternura...
Pero un sol indirecto, filtrandose por unas cortinas de una dulce ventana, con ese tono calido que solo el sabe usar para derretir un corazon al final de la tarde, es lo mas maravilloso del mundo... yo... aun sigo buscando ese tipo de luz, que ya me convenzo de que nunca volveré a encontrar.
Yo no ceso. Nunca digas, nunca jamás.
¿De veras no te gusta el sol?
Náaaaaaaaaaa
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