Cuando el terreno de su escritura parezca agotado, como infértil, no se preocupen. Dígale a la persona a la que aman, (su mujer, su amante, la tendera, la vecina del quinto, aquel que les mira de reojo), que le atraviese el corazón con una lanza. Después del dolor punzante casi mortal, sentirán unas vivas ganas de escribir. Y su labrantío dejará de ser yermo. Tomen nota. No falla.
18 de enero de 2007
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2 comentarios:
La experiencia es un grado, dicen...
Lo es...sin duda
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